Mortal Kombat

Si hay un clásico en este mundo de los videojuegos que conocen niños y mayores, que enamora por su sencillez y atrae por el morbo de su brutalidad, ése es Mortal Kombat, de regreso (novena entrega) en pleno 2011 para competir con Street Fighter y alargar la leyenda de sus ‘fatalities’ con el mítico ‘finish him’, esos finales de combate con los peores bajos instintos del luchador ganador saliendo a flote con toda su crudeza tipo Saw para apuntillar al vencido salvajemente o más.

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Mortal Kombat – El 2D está definitivamente de moda

Mortal Kombat vence en su retorno porque todo es sencillo, arcade. Con cuatro botones e incluso a boleo casi puro y duro (pero siempre triunfa la intuición, uno de los éxitos de los videojuegos está en esa conectividad mental entre cerebro y mando) el menos ducho de los jugadores tendrá pronto su recompensa. Y no hace falta más. Los experimentados ya se complicarán la vida con los niveles de dificultad, los distintos modos de juego y el uso sistemático de combos memorizados y le sacarán casi un partido artístico a las posibilidades de los combates.

Todo ello, claro está, asumiendo que esto es un juego y su brutalidad sólo parte del decorado necesario en los tiempos que corren. Los personajes más reconocibles de la saga (aquí somos de Sub-zero), más la aportación de Kratos por la puerta grande, están a disposición pese al anuncio de aún más en los cada vez más extendidos DLC para sacarle la pasta al consumidor.