Elegy

elegyUn prestigioso y telegénico profesor universitario de unos sesenta y tanto años se jacta de llevarse periódicamente a algunas de sus alumnas más interesantes a la cama intrigadas por su edad y por una cierta curiosidad morbosa. Desde su torre de marfil de sabiduría y frialdad emocional no permite que las mujeres se acerquen a su corazón. La cama basta.

Mantiene desde hace veinte o treinta años una relación con una ex-alumna con la que sólo queda para el polvo mensual y circunspecto, pero alejado de todo sentimentalismo y ñoñería. En eso aparece una joven de origen cubano que le sorbe el seso: se obsesiona, se vuelve celoso, no quiere comprometerse, apela a su diferencia de edad para justificar su comportamiento borde y lamentable. Durante dos años toreo una situación que se le escapa de las manos, hasta que…

En esta ocasión Isabel Coixet (Barcelona, 1960) ha aceptado realizar una película de encargo: la adaptación de una novela corta (‘The Dying Animal’) del prestigioso escritor norteamericano Philip Roth. Pero “Elegy” (2008) parece de principio a fin un proyecto personal y resulta del todo coherente con su trayectoria: cuidada estética, ritmo moroso, diálogos intensos aunque no siempre explícitos, búsqueda del amor y pérdida del mismo por las propias carencias o inconsistencias, el destino como soberano de nuestras vidas.

Elegy es una historia de amor interrumpido.

La película tiene cosas muy buenas y otras que no lo son tanto. Entre lo mejor está la excelente interpretación de Ben Kingsley y todo su personaje de profesor huraño, insensible, frío, puro intelecto sin corazón, obsesionado con vivir una vida sin sentimientos,  sin ataduras, sin responsabilidades ni compromisos… pero que pierde los papeles ante la realidad. También el papel del paciente amigo y confidente interpretado por el veterano Dennis Hopper es todo un acierto y un contrapunto dialéctico perfecto.

El planteamiento inicial de la relación también alcanza altas cuotas de intensidad y verosimilitud. Pero entre los fallos están lo desdibujado que resulta el objeto del deseo, mero tópico de mujer seductora despampanante (que tratándose de Penélope Cruz hace falta un acto de fe muy fuerte para creérselo) y ese final tópico y previsible, que se olfatea desde el comienzo y que acaba convirtiendo una historia trillada pero bien contada en un topicazo sensiblero y facilón.

Es esa descompensación entre un buen comienzo y un desarrollo aceptable que se precipita hacia un final previsible y prefabricado lo que acaba por trivializar y desvirtuar el éxito de una propuesta sólida, trabajada, estudiada… y casi tan fría, seca y distante como su protagonista. Es decir, una buena película que conectará mejor con un público femenino (siento el tópico, pero es verdad), y que pese a sus innegables virtudes está lastrada por su correcto esteticismo y la sensación de haberla visto antes muchas veces – y mejor resuelta. Intensa e interesante, pero no acaba de atrapar o convencer del todo.

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